Hoy, día de las Témporas (sábado 5-10-2013), es tiempo de
gracia, de darse, de amar, de recogida, de entrega, de paz.
Desde primer momento de la mañana se nos invita a
ponernos frente a Dios, sabiéndonos con Él, con el hermano, con el pobre…
agradecidos por nuestro servicio, nuestra vida, nuestro amor.
A través de la Eucaristía, la propuesta es aprender a
saborear a Cristo, fuente y fuerza de nuestra vida, y a cuidar y vivir nuestra
vocación desde la sencillez de ser amados y capaces de amar, en la alegría de
sentirse testigos y apóstoles suyos.
Sólo desde el encuentro con el Resucitado, la espera se
convierte en propuesta, lo vocacional da lugar a la vocación. Sólo desde esta
vivencia y experiencia, el seguimiento abrirá a la persona a un nuevo sentido en
y de su vida.
¿Cómo ayudar a que los demás se encuentren con Cristo? El
esfuerzo, el servicio y la entrega serán necesarios, pero también la
autocrítica.
Se hace urgente estar atento al Espíritu, después vendrá
lo demás (poner nombre, hacer, programar…). Primero escucha, mira y atiende.
El redescubrimiento y profundización en los escritos de
san Vicente y santa Luisa de Marillac, ayudarán a mantener la luz del carisma
encendida, en una clave actual. La conversión a Jesucristo, la importancia de
la misión, el ejercicio de la caridad, la primacía de los pobres… serán mejor
discernidos y vividos desde un amor afectivo y efectivo, si tenemos en cuenta a
las personas que nos preceden, a los santos, y vivimos desde la apertura, la
disponibilidad y la escucha, dispuestos, como Abraham, a “salir”.
Quizás sea bueno recordar junto a las ideas anteriores
cuatro palabras interesantes:
ü Ungidos: elegidos por Dios, marcados
externa e internamente por un Espíritu concreto, especial, Santo.
ü Urgidos: enviados, testigos, impulsados
a compartir la alegría de tener un “Dios con nosotros”.
ü Uncidos: direccionados, encaminados a
Cristo, al hermano, al pobre.
ü Unidos: como comunidad, como grupo,
como discípulos, como Congregación.
Ignacio
Moneo Colmenar, CM.