La
grandeza de la imperfección te lleva a comenzar cada mañana, a luchar cada día
desde el primer momento en el que abres con cuidado y cariño tus ojos. La
pereza, el cansancio, la energía, la alegría, la ilusión… empezar el día, con tu
primer pensamiento para Dios, con los primeros planes a seguir, la primera
oración, el primer movimiento… Gracias, Señor, por no hacerme perfecto, por
tener que ser proceso para todo, por tener que aprender a ser en cada momento,
porque justamente eso me hace sentir lo que soy.
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